Alergias en los perros

La pulga es uno de los agentes que provocan en los perros reacciones hipersensibles, conocidas comunmente como alergias en perros, exigiendo de parte de sus dueños un riguroso manejo.

El pelaje de un perro es un reflejo de la salud : cualquier manifestación alopécica, de prurito o mal olor suele ser rápidamente advertida por los amos y muchos no tardan en consultar al especialista.

Esto explicaría en parte por qué el 70% de las consultas médico-veterinarias que se realizan en un año son por trastornos dermatológicos, como las alergias.

La doctora veterinaria del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Chile, Sonia Anticevic, cuenta que lejos los cuadros más frecuentes en perros jóvenes son las patologías alérgicas. Entre éstas, una de las que se observan a menudo es la alergia a la picada de la pulga.

Un perro sano puede convivir perfectamente con estos parásitos y rascarse sólo de vez en cuando; de hecho, se le puede abrir el pelaje y ver cómo éstas caminan con toda confianza. Por el contrario, si posee esta hipersensibilidad tenderá a rascarse siempre en el área dorso lumbar (base de la cola), la cual lucirá mojada con saliva. Tras un par de semanas, al perro se le puede empezar a caer el pelo en ese sector, para después extenderse hacia el resto de la zona lumbar.

El traumatismo que el can se autoprovoca origina una lesión húmeda, enrojecida y con mucha costra, produciendo así una infección localizada.

A veces no es esencial tratar esta alergia con fármacos, sino con un estricto control de las pulgas. Lo que igual es una labor difícil, pues la gente no cree que la alergia se presente hasta con restos de pulga muerta o que haya que preocuparse de las pulgas del gato (si hay uno cerca), porque prefieren al perro.

El cuadro se vuelve complicado si el perro además sufre de dermatitis atópica, un desorden inmunológico hereditario que hace que los linfocitos respondan de forma desmesurada a ciertos alergenos.

Los primeros reportes de alergias se producen en primavera y verano. Si al año siguiente presenta el problema en la misma época, ya se puede empezar a sospechar. El diagnóstico de la alergia se facilita si se sabe de algún pariente del perro que sufre de lo mismo o si éste pertenece a razas de perros más propensas, como el bóxer.

Entre los signos destacan en el perro: tos y estornudos, lagrimeos constantes, inflamación de labios, intentos por rascarse la cara y lamerse las patas anteriores.

Los alergenos más comunes son los ácaros del polvo y el pasto, que suelen estar en contacto directo con el cuerpo del animal. Por eso, las patas del perro serán la primera zona en enrojecer, para seguir luego con el abdomen (es raro una dermatitis atópica que parta por el lomo).

Estas alergias dañan mucho la calidad de vida de las mascotas y sus dueños. Y es que no son pocos los casos que terminan siendo alérgicos crónicos (todo el año) y donde el autotraumatismo que genera la picazón va dejando la piel alopécica, de mal olor, engrosada, seborreica e hiperpigmentada (negra). Además, son perros que dejan de comer, que pasan echados, desganados y rascándose. Es decir, desvían todas sus energías en atender su mal.

La base del tratamiento contra la alergia es el baño frecuente (1 a 2 veces por semana). Por ejemplo, con jabón humectante en barra (nunca de glicerina ni líquido porque reseca y cuesta retirarlo), jabón de afrecho de avena o shampoo de árbol de té para uso veterinario. También se prescriben antihistamínicos asociados a comprimidos de ácidos grasos esenciales, para potenciar aún más el efecto del primero. Los corticoides se recetan en casos extremos, ya que las personas pueden darlos a su antojo y producir un efecto más fatal que la misma enfermedad.


Fuente: www.conciencia-animal.cl